Los diálogos interculturales, así como los interreligiosos, se han convertido en esta época en uno de los instrumentos más poderosos para intervenir en el terrorismo que, a lo largo de los años, ha azotado al mundo. Sin embargo, esto es algo que ha dado mucho de que hablar y hoy haremos una reflexión al respecto.
¿Quién no ha sufrido la sensación de angustia luego de enterarse de numerosos ataques terroristas? Dentro de la lista de los más famosos están aquellos que protagonizaron el inicio de la nueva década como el ataque a Estados Unidos en 2001, seguido de un nuevo ataque terrorista en Madrid de 2004; creando un nuevo modelo de relaciones entre el mundo árabe y musulmán con Occidente.
Lo que no es un secreto es el discurso de xenofobia, odio e intolerancia que ha ido aumentando contra a los musulmanes en general, fomentando un estereotipo negativo y hasta exagerado.
El secretario general de la ONU hace 15 años lanzó la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas (UNAOC), con el propósito de ser una herramienta política que serviría para prevenir conflictos a través de la promoción de respeto entre las religiones, culturas y creencias por medio de los diálogos interculturales e interreligiosos.
La creación de nuevas iniciativas —nos atrevemos a decir que ambiciosas— se basaron en las experiencias que previamente hemos contado. La creación de esta alianza inició en 2004 como propuesta del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente turco Recep Tayyip sostuvo y apoyó la idea.
A pesar de estas iniciativas, la reciente masacre en Nueva Zelanda contra los creyentes musulmanes fue un recordatorio del discurso de odio que se busca disminuir.
Por desgracia, el modus operandi en el “terrorismo moderno” ha cambiado, y la lucha contra este tiene un nuevo enfoque, el cual es básicamente “hacer frente a las causas profundas que favorecen un caldo de cultivo propicio para el extremismo violento”, así lo afirma Miguel Ángel Moratinos, alto representante de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas.
Moratinos hizo el diseño de una visión renovada para que el trabajo de UNAOC sea mucho más operativo y cumpla con los objetivos y resultados que han sido previamente planteados, lo que implica que se afianzarán los esfuerzos sobre el terreno con las comunidades que más son afectadas, para que sean apaciguadas las tensiones infundadas en la identidad.
La existencia de un diálogo intercultural e interreligioso es el mayor instrumento que existe para fomentar la paz entre las culturas. Sin embargo, a pesar de todas las intensiones y herramientas con las que la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas cuenta, esta no podrá alcanzar los objetivos sin ayuda de todo el público que reciba esta información.
En conclusión, cuando toda una ciudadanía pueda colaborar a incentivar de manera colectiva la tolerancia, grandes cambios se verán en el mundo.
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